A 45 años del Cordobazo, «el mayo cordobés» que jaqueó a la dictadura de Onganía

Agustín Tosco, Atilio López y Elpidio Torres son los nombres de los dirigentes sindicales de la izquierda clasista y el peronismo que hace 45 años encabezaron «el Cordobazo», una protesta obrero-estudiantil.



 



En mayo de 1969, el descontento popular contra el régimen
militar, instaurado hacía tres años, cuando derrocó al presidente
constitucional Arturo Illia, comenzó a manifestarse con huelgas y marchas en
las ciudades más importantes del país.



 



Buenos Aires, Rosario, Tucumán y Corrientes eran los
escenarios de movilizaciones obreras y estudiantiles que se suceden contra un
gobierno que, además de conculcar las libertades públicas y ejercer una férrea
censura, imponía una política de congelamiento de salarios de la mano de
Adalbert Krieger Vasena, un ministro de Economía ligado a las corporaciones.



 



En respuesta al pedido de las cámaras empresariales, que se
quejaban de "los altos costos laborales", Krieger Vasena resuelve
derogar la Ley del "sábado inglés", una medida que establecía que
cada hora trabajada después de las 13 de ese día debía pagarse doble.



 



"El Cordobazo" constituyó el comienzo de una etapa
de movilización popular que se prolongó hasta mediados de la década de los `70,
y que determinó que muchos jóvenes abrazaran la causa de la revolución El gobierno
de Onganía tildó ese benefició de "inconstitucional" y lo suprimió.



 



En Córdoba, que por esos años era el centro de la industria
automotriz y metalmecánica, el rechazó a la medida fue generalizado entre los
150 mil trabajadores sindicalizados.



 



Desde 1967, la CGT se encontraba dividida en dos: la
Azopardo, liderada por el metalúrgico Augusto Vandor, de una tendencia
dialogista, y la de los Argentinos, conducida por el gráfico Raimundo Ongaro,
opuesta abiertamente al régimen.



 



No obstante, en Córdoba, donde también persistía la división
del movimiento obrero, se alcanzó rápidamente un acuerdo entre las dos
centrales frente a la necesidad de oponerse a la eliminación del "sábado
inglés".



 



De esta forma, Agustín Tosco -dirigente de Luz y Fuerza
enrolado en la izquierda clasista y referente de la CGT de los Argentinos-
acordó junto con Elpidio Torres (Smata) y Atilio López (UTA) -ambos de
extracción peronista- la realización de un plan de lucha.



 



El viernes 16 de mayo, los trabajadores realizaron un paro por
24 horas con alto acatamiento, y la respuesta del gobernador de facto, Carlos
Caballero, consistió en decretar un aumento para la Policía.



 



Mientras tanto, en el barrio cordobés de Clínicas, donde
residían buena parte de los estudiantes que cursaban en la Universidad Nacional
de Córdoba, se realizaban asambleas y manifestaciones en respaldo a las
reivindicaciones obreras.



 



En un plenario, celebrado el miércoles 21, los dirigentes
gremiales redoblaron la apuesta y convocaron a un paro activo de 37 horas que
se iniciaría a las 11 del jueves 29.



 



La idea era desafiar al gobierno con una gran demostración
de fuerza; una manifestación numerosa que surgiera desde el cordón industrial y
llegara al centro de la capital cordobesa.



 



Esa mañana de jueves, Córdoba capital amaneció sitiada por
la Policía, que se apostó sobre los puentes ubicados sobre el Río Suquía con la
intención de evitar que la movilización llegara al corazón administrativo y
político de la provincia.



 



A las 11, la ciudad estaba llena de manifestantes que
llegaban desde los barrios de Santa Isabel, Villa Revol, Ferreyra, La Calera,
Alta Córdoba y Alberdi, en tanto que, desde Clínicas, marchaban los
estudiantes.



 



Los primeros choques se dieron en torno a los puentes sobre
la cañada del Suquía, y, cerca de las 13, la policía no pudo contener a los
movilizados, que a pesar de los gases lacrimógenos y las ráfagas de FAL,
rebasaron los bloqueos.



 



La Policía quedó desbordada, sin municiones, se replegó en
medio de una ciudad que quedaba literalmente en manos de una movilización
obrera que comenzaba a ejercer un espontáneo control popular con barricadas y
piquetes sobre las principales calles.



 



El gobernador, desesperado, llamó a Buenos Aires para pedir
ayuda y Onganía le ordenó al Tercer Cuerpo de Ejército retomar el control de
una capital mediterránea que era sobrevolada por aviones de la Fuerza Aérea.



 



"Soldado, no tirés contra el pueblo", podía leerse
en algunos carteles armados de forma improvisada ante el avance de los
efectivos militares que se desplegaban en el atardecer.



 



Si bien el Ejército evitó el combate nocturno, retomó barrio
por barrio el control de Córdoba en las primeras horas de la mañana del 30,
mientras dispersaba a los últimos grupos de manifestantes.



 



Tosco fue detenido en la sede de Luz y Fuerza y se lo
sometió a un Consejo de Guerra que lo condenó a 8 años de prisión, al igual que
Torres, López y otros dirigentes.



 



Sin embargo, tras 17 meses de prisión, todos los dirigentes
detenidos recuperaron la libertad y volvieron a Córdoba para retomar la
actividad sindical.



 



El líder de Luz y Fuerza, en cambio, retornaría a la cárcel
dos años después como consecuencia de `El Vivorazo`, otra multitudinaria
protesta obrera que conmovió a la provincia.



 



Aunque nunca se supo con certeza, se estima que el
"Cordobazo" dejó más de 30 muertos y varios centenares de heridos.



 



En términos políticos, la consecuencia inmediata significó
la pérdida de legitimidad de Onganía, que se manifestó con la renuncia de Krieger
Vasena el 4 de junio.



 



Un año después del "Cordobazo", la organización
Montoneros secuestraba y ejecutaba al ex dictador Pedro Eugenio Aramburu, quien
en 1956 había ordenado los fusilamientos de los generales Juan José Valle y
Raúl Tanco, y el asesinato de militantes peronistas en José León Suárez.



 



Ese hecho desencadenó, en junio de 1970, la caída de Onganía
en el contexto de un golpe propiciado por el entonces jefe del Ejército,
Alejandro Lanusse, que designaba como presidente al general Roberto Levingston.



 



"El Cordobazo" constituyó el comienzo de una etapa
de movilización popular que se prolongó hasta mediados de la década de los `70,
y que determinó que muchos jóvenes abrazaran la causa de la revolución, en un
tiempo en el que parecía que el cielo podía tomarse por asalto.