Videla aseguró que la Iglesia estaba al tanto de las desapariciones
En la entrevista, realizada por la revista El Sur, el ex presidente de facto afirmó que la “desaparición de personas fue una cosa lamentable” en lo que insistió en llamar “guerra” contra la subversión.
Videla dijo que era un asunto del que había hablado “con muchas personas”, entre ellas, el entonces nuncio apostólico en Argentina, Pío Laghi, fallecido en el 2009; quien fuera cardenal primado del país, Raúl Primatesta, fallecido en el 2006, y otros obispos de la Conferencia Episcopal local.
“Con ellos hemos tenido muchas charlas. (...) Se lo planteó como una situación muy dolorosa y nos asesoraron sobre la forma de manejarla”, dijo Videla, de 86 años, y condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.
El ex dictador sostuvo que “la Iglesia ofreció sus buenos oficios, y frente a familiares que se tenía la certeza de que no harían un uso político de la información, se les dijo que no busquen más a su hijo porque estaba muerto”. “La repregunta es un derecho que todas las familias tienen. Eso lo comprendió bien la Iglesia y también asumió los riesgos”, afirmó Videla.
La entrevista fue realizada en 2010, cuando Videla permanecía en una prisión de la central ciudad de Córdoba, mientras era sometido allí a juicio oral por delitos de lesa humanidad, por los que fue condenado.
Cuando se le preguntó si las torturas, el robo de bebés hijos de desaparecidos y la usurpación de bienes propiedad de las víctimas formaba parte del plan para “aniquilar” a la subversión, Videla tachó esos actos como “bajezas humanas” derivadas del gran “poder y libertad de acción otorgados al Ejército”.
“Es inevitable que muchos utilicen esas libertades en beneficio propio”, justificó.
Videla dijo que sobre el final de su mandato, en 1981, la Junta militar pensó en la posibilidad de publicar una lista con los nombres de las víctimas secuestradas y desaparecidas, algo que finalmente descartó.
“Si a una madre le decíamos que su hijo estaba en la lista, nadie le impediría que preguntara ‘¿dónde está enterrado, para llevarle una flor? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Cómo lo mataron?’ No había respuestas para cada una de esas preguntas, y creímos que era embochinchar más esa realidad, y que sólo lograríamos afectar la credibilidad”, alegó.
Videla dijo que era un asunto del que había hablado “con muchas personas”, entre ellas, el entonces nuncio apostólico en Argentina, Pío Laghi, fallecido en el 2009; quien fuera cardenal primado del país, Raúl Primatesta, fallecido en el 2006, y otros obispos de la Conferencia Episcopal local.
“Con ellos hemos tenido muchas charlas. (...) Se lo planteó como una situación muy dolorosa y nos asesoraron sobre la forma de manejarla”, dijo Videla, de 86 años, y condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.
El ex dictador sostuvo que “la Iglesia ofreció sus buenos oficios, y frente a familiares que se tenía la certeza de que no harían un uso político de la información, se les dijo que no busquen más a su hijo porque estaba muerto”. “La repregunta es un derecho que todas las familias tienen. Eso lo comprendió bien la Iglesia y también asumió los riesgos”, afirmó Videla.
La entrevista fue realizada en 2010, cuando Videla permanecía en una prisión de la central ciudad de Córdoba, mientras era sometido allí a juicio oral por delitos de lesa humanidad, por los que fue condenado.
Cuando se le preguntó si las torturas, el robo de bebés hijos de desaparecidos y la usurpación de bienes propiedad de las víctimas formaba parte del plan para “aniquilar” a la subversión, Videla tachó esos actos como “bajezas humanas” derivadas del gran “poder y libertad de acción otorgados al Ejército”.
“Es inevitable que muchos utilicen esas libertades en beneficio propio”, justificó.
Videla dijo que sobre el final de su mandato, en 1981, la Junta militar pensó en la posibilidad de publicar una lista con los nombres de las víctimas secuestradas y desaparecidas, algo que finalmente descartó.
“Si a una madre le decíamos que su hijo estaba en la lista, nadie le impediría que preguntara ‘¿dónde está enterrado, para llevarle una flor? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Cómo lo mataron?’ No había respuestas para cada una de esas preguntas, y creímos que era embochinchar más esa realidad, y que sólo lograríamos afectar la credibilidad”, alegó.
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