Todo el peso en la espalda de Messi

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Toda la responsabilidad recae en el rosarino.

Argentina mueve con lentitud la pelota. El rival espera. Pasan los minutos. El equipo no genera situaciones de gol. Messi tiene que ir hasta el círculo central a sacársela de los pies a Mascherano porque no la recibe. Luego encara hacia el arco. Lo esperan escalonados cinco rivales. Trata de eludirlos a todos, acelera, se frena, busca un pase, un remate, termina trabado, pierde la pelota y se frustra.

Esa imagen la hemos visto hasta el cansancio en esta selección argentina que parece jugar el mismo partido hace más de diez años. A pesar de que, obviamente, en la última década ha alternado diferentes rendimientos, la Albiceleste es un entorno retorno. El gran karma de Argentina con Messi ha sido y es no encontrar socios para ayudar y potenciar el rendimiento del diez. Alguna vez fue Gago, otra vez Enzo Pérez -el mejor fue Riquelme pero muy poco tiempo-, sin embargo hay un patrón que no cambia: el seleccionado nunca ha podido jugar para Messi y, al contrario y de manera increíble, es Messi quien termina jugando para el seleccionado nacional.

Hay que sacarse de encima ese argentinismo que nos nubla la razón. No somos el equipo de primer nivel que creemos ser. Si sacamos a Messi, Otamendi, Agüero y Dybala, en el plantel argentino no hay futbolistas de elite. Sí, juegan en Europa y cobran millones de euros, pero hoy no son la elite mundial. Seguimos creyendo que somos una potencia y quizás el único argumento sea Messi.

Veamos. El entrenador Jorge Sampaoli no cuenta con un segundo central de primera clase. Está Otamendi, por supuesto, pero le falta un compañero a su nivel. La primera opción era el mellizo Funes Mori, pero quedó afuera porque el DT consideró que no llegaría en óptimas condiciones después de su larga lesión. Luego Sampaoli probó con Fazio, pero eligió a Rojo para el primer partido del Mundial.

En los laterales tampoco hay jugadores que lleguen con profundidad y claridad al ataque como en su momento lo hacía Dani Alves y ahora Jordi Alba en el Barcelona para convertirse en socios clave de Messi. Los laterales son fundamentales para romper en ataque y asociarse con Messi, pero el plantel no tiene grandes jugadores en esos puestos. De hecho, Sampaoli probó con Salvio de cuatro, alguien que jamás había jugado en esa posición.

En el mediocampo no hay un doble cinco de elite. Ningún volante argentino juega en un equipo top de Europa. Lo Celso, en el PSG de Francia, puede ser el único. Los mediocampos de Alemania, Brasil, España, Francia y hasta Croacia son muy superiores al argentino. Tenemos a Dybala, figura en la Juventus, pero, por ahora, no es opción para el entrenador.

Si vemos por los costados, el plantel tampoco tiene grandes volantes externos tan útiles en los planteos de Sampaoli que le imprime tanta intensidad y dinámica a sus equipos. Hay opciones, pero nada de primer nivel. Y adelante tampoco se encuentran extremos que desequilibren y rompan con equipos cerrados. Pavón puede ser ese jugador, pero necesita más minutos en cancha.

Con este panorama, sin tener ni siquiera un volante que dé el primer pase que necesita Messi, el equipo termina dependiendo del futbolista rosarino en todas las jugadas y ahí volvemos a ver esa imagen del diez en el círculo central buscando la pelota y viendo qué inventar.

En el Barcelona entendieron rápido que tenían que jugar para Messi, y no que Messi tenía que jugar para ellos. En Argentina llevamos años, entrenadores y torneos sin plasmar esa idea en la cancha.

Esta tarde hay una nueva oportunidad. Si el entrenador logra que Messi reciba la pelota más cerca de la medialuna del área que del círculo central, la historia será otra.

Pero, por ahora, el panorama no es el ideal. Bien lo resumió el periodista Manuel Jabois en el diario El País de España. "Messi en Argentina es darle una linterna a un ciego", escribió, y tiene tanta razón que duele.

 

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