Para leer Cortázar
Fuera de la devoción que tenemos como sociedad por el sistema decimal (la frase es de Borges), la importancia del número radica en que el escritor argentino nacido en Bélgica está peligrosamente cerca de convertirse en un “clásico literario”.
Ser un clásico (entendido como ser parte de una élite de escritores indispensables para la literatura de un país o época) no es en sí algo malo, pero trae aparejado un halo de solemnidad que, a veces, puede ser perjudicial para la difusión de la obra del autor. Esto es especialmente cierto cuando se refiere a la obra de Cortázar, que si bien cuenta con todas las características necesarias para ser considerado uno de los grandes maestros de la literatura argentina, también tiene un lado despreocupado y lúdico que lo diferencia de los otros grandes autores.
Es por esto que hay que perderle el miedo a Cortázar, y la única manera de hacerlo es leyéndolo. Casi todas las listas de recomendaciones del tipo “10 cuentos que hay que leer de Cortázar” incluyen, por nombrar algunos, a “Casa tomada”, ”Fin de juego”, “La autopista del sur”, “Continuidad de los parques”, “La noche boca arriba” o las inexorables aventuras de los Cronopios y los Famas. Si bien son cuentos muy recomendables, en este artículo se propondrá otra lista de trabajos que se pueden conseguir fácilmente en internet, para que, aprovechando el aniversario de su nacimiento, quien quiera pueda leer aunque sea algunas líneas de este autor, y si se puede, alguna faceta que no había conocido hasta ahora.
Lucas, su arte nuevo de pronunciar conferencias:
El libro “Un tal Lucas” fue unos de los últimos libros publicados por Cortázar. Que haya especialistas aseguran que no es técnicamente un libro de cuentos si no de prosas no le resta interés. El libro entero es una muestra del particular humor de Cortázar, y el apartado recomendado es uno de los más graciosos. Lucas, el protagonista de todas las historias, da una conferencia que se ve truncada por la hostil presencia de una mesa en el escenario. La premisa parece absurda y lo es, pero da pie a una muestra del Cortázar desestructurado, el que no tenía miedo de mezclar su gigantesco bagaje cultural con humor.
No se culpe a nadie:
Parte de “Todos los fuegos el fuego”, “No se culpe a nadie” es un texto breve y extraño. ¿Qué puede salir mal cuando una persona se quiere poner un pullover? La respuesta lógica es “muy poco”, o “nada”, pero no para Cortázar. Discípulo de la patafísica, el “estudio de las soluciones imaginarias y las leyes que regulan las excepciones”, el autor demostraba una capacidad inusitada para transformar situaciones corrientes en teatros de lo fantástico.
Conducta en los velorios:
“Historia de cronopios y de famas” es una de las obras más reconocidas de Cortázar. Sus historias breves y simpáticas (“simpático” es el mejor adjetivo para describir el libro entero) son fáciles de leer y un buen punto para acercarse al escritor. “Conducta en los velorios” se destaca por su hilaridad. Una familia se acerca a un velorio “porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía” y toma las riendas de la ceremonia. En pequeño tableaux barrial que suena a crítica pero produce carcajadas.
El otro cielo:
Lejos ya del humor, este cuento muestra algunas de las obsesiones de Cortázar: París, la muerte y la vida bohemia. Quizá la mayor virtud de Cortázar era su dominio del cuento fantástico, y “El otro cielo” está entre los mejores. Un hombre entra a una galería en Buenos Aires y llega a otra en París, donde se encuentra con una prostituta. Este relato cierra “Todos los fuegos el fuego”, que tal vez contiene los cuentos más logrados del autor.
