Look adolescente: vestirse a la moda pueda costar hasta cinco mil pesos

Gorras, pantalones, zapatillas, piercings y tatuajes. Todo suma, y suma costos para los padres. Cómo son las “luchas” para poder mantener la estética en la escuela.

Por Horacio Yacante
Daniel Torres tiene un puesto de revistas frente al Instituto Provincial de la Vivienda al que suele llevar a sus hijos Federico y Agustín. Se trata de dos adolescentes de 17 y 14 años, respectivamente, que más allá del gusto de pasar el tiempo con su padre, le ayudan en sus tiempos libres para “ganarse” sus gastos personales, como la compra del teléfono celular, las zapatillas y la ropa que esté de moda, todos artículos de primera necesidad a esas edades.
La adolescencia es una etapa de la vida en que la aceptación es la base de las relaciones sociales. Poco dedicados en el trato con sus mayores, se mantienen preocupados por estar siempre dentro de los márgenes de una estética exterior que les permita “pertenecer” a tal o cual grupo. Esto no significa que no se interesen por alimentar otros aspectos como las emociones o la intelectualidad, sino que dentro de este esquema, la ropa que visten ocupa un lugar central que no puede ser pasado por alto.
De acuerdo a consultas realizadas en locales del microcentro, lo que parece un simple look compuesto por una gorrita, buzo con capucha, pantalones chupines y zapatillas, requiere un gasto que puede variar entre los $1.900 y $5.000 según las marcas de las prendas y sus múltiples combinaciones. A esto se tienen que añadir otros accesorios como los piercing, extensores de orejas, pulseras, cadenas con cruces, tinturas de cabello, y obviamente el teléfono celular, donde guardan las listas de reproducción con la música de su preferencia.
Federico Zárate, encargado del local Tsunami de la calle Rivadavia en Ciudad, explica que los adolescentes de entre 13 y 18 años cuentan con un protocolo especial para las compras. “En primer lugar vienen durante la semana con los amigos o amigas, revisan las perchas y se prueban todo lo nuevo que haya llegado. Pero es recién durante los fines de semana que vuelven con sus padres, que son quienes terminan pasando la tarjeta y cerrando la compra”, comenta.
Como destaca Daniel, sus hijos se mueven en dos planos y la ropa también varía de acuerdo a los ambientes que comparten. “Cuando van a la escuela no les queda otra que vestirse con pantalones azules, zapatillas blancas y la remera o el buzo del colegio. Tampoco pueden ir con aritos y la gorrita la guardan en la mochila y no se la ponen hasta al salir de clases”, comenta. “Pero cuando salen en la tarde o los fines de semana, es otra cosa. Se ponen los pantalones anchos, buzos grandes, zapatillas altas o botitas. Es un mundo en donde hasta la forma en que se ponen la gorrita se ajusta al lugar donde vayan o las personas con las que se juntan”, dice con risa.