El trabajo infantil doméstico afecta a miles de niños mendocinos
Hoy se conmemora el Día contra el Trabajo Infantil, y si
bien se ha avanzado mucho en la última década en materia de inclusión social y
protección de derechos, todavía permanecen actividades que esconden explotación
laboral de niñas, niños y adolescentes, privándolos de estudiar, recrearse y
socializar.
Comúnmente se piensa que el trabajo infantil está limitado a
las actividades económicas realizadas por chicos y chicas menores de 16 años.
Sin embargo, aún prevalece otro tipo de trabajo menos visible e igual de
enajenante de derechos, como es la realización de actividades domésticas
intensivas dentro del hogar propio.
Para algunos, colaborar en tareas domésticas en la casa
constituye su principal responsabilidad y un trabajo intenso debido a la gran
cantidad de tareas que desempeña. De aquí viene que se considera como trabajo
doméstico intensivo, a aquellas situaciones en las que niños, niñas y
adolescentes (principalmente estos últimos), realizan de modo habitual la
limpieza de la casa, lavado y planchado de ropa, hacer la comida, cuidar a
hermanos menores o a ancianos, hacer las compran, e incluso en aquellos que no
cuentan con servicios básicos, ir a buscar agua o leña.
El trabajo infantil y las actividades domésticas intensivas
continúan siendo estrategias familiares defensivas que aún perduran en
Argentina, estrategias de sobrevivencia que son respuestas culturales frente a
situaciones de pobreza y marginación estructural. Además, reproducen la
fragmentación y discriminación por sexo observada en otros ámbitos de la
sociedad: la dedicación a actividades domésticas intensivas es marcadamente
mayor entre las niñas y adolescentes mujeres que entre los niños y adolescentes
varones.
Índices alarmantes
En nuestro país aún prevalecen cantidades alarmantes. De
acuerdo a las mediciones realizadas por el Observatorio de la Deuda Social
Argentina (ODSA 2013), llevado a cabo por la Universidad Católica Argentina, se
estima que más de 600 mil chicos y chicas realizan este tipo de actividades de
manera regular y cotidiana.
Comparado con el resto de los conglomerados urbanos de todo
el país, el Gran Mendoza es el que ostenta el peor índice de trabajo doméstico
intensivo, al alcanzar al 8,4% de la población comprendida entre 5 y 17 años,
es decir más de 32 mil niñas, niños y adolescentes.
El cumplir con las obligaciones de las actividades
domésticas intensivas termina afectando sus procesos de formación y
sociabilización, además que dificulta, resiente, -y en algunos casos también
imposibilita-, su asistencia a las escuelas.
Otra forma de
maltrato
La psicóloga y docente universitaria, Patricia Moles,
explica que también puede entenderse el trabajo doméstico intensivo como una
forma de maltrato, ya que realizan tareas y asumen roles que no son acordes a
su edad. Esto, significa un corrimiento con las actividades esperables para su
estadio evolutivo, y se van generando responsabilidades para las que no están
preparados.
Esto tiene una incidencia en el plano psicológico, porque
los niños desarrollan conductas que se denominan parentalizadas, es decir, que
actúan como si fueran el padre o la madre. Lo que los ubica en roles que entran
en contradicción cuando ellos se ubican como hijos con respecto de sus padres.
Con el tiempo, termina generando tensiones en los vínculos padre-hijo, y en el
peor escenario, también situaciones de violencia.
