Un hobby particular: recrean peleas y estilo de vida medievales

Son jóvenes mendocinos que se entrenan y participan de combates. Utilizan la misma vestimenta, armaduras y espadas reales. Hay competencias mundiales.

Por Horacio Yacante



Están en la seca y calurosa Mendoza. Pero ellos están
ambientados en la fría, húmeda y cubierta de niebla Inglaterra del siglo XIV.
Con trajes, armaduras, espadas y escudos. Un grupo de diez chicos y chicas de
entre 18 y 25 años se reúnen dos veces por semana para recrear batallas del
medioevo. Lo hacen en un gimnasio de la Ciudad, donde practican técnicas de
combate y crecen en la disciplina de aquellos caballeros que hace siglos
protegían los reinos y ducados europeos, y escribieron con sus andanzas la
historia que hoy estudiamos en los libros.



Los recreacionistas medievales reconstruyen la cultura y
constantes enfrentamientos bélicos entre pequeños reinos y ducados. Desde la
forma de caminar, las artes culinarias, la vestimenta y las armas de la época,
todo es utilizado para revivir aquella historia enterrada.



Miguel García, un estudiante de Comunicación Social de la
UNCuyo, es el líder de Guardianes del Oeste y a la vez el propiciador de esta
movida en Mendoza. Este grupo cuenta con una decena de chicos y chicas de entre
18 y 25 años, que hasta el momento se dedican enteramente al combate y sólo
asisten a recreaciones en Buenos Aires.

A diferencia de lo que podría pensar un amante de los
videojuegos, este deporte medieval se ajusta a un sistema de reglas dispuesta
por una federación mundial, que reglamenta, entre otras cosas, bajo ningún
aspecto, alguien resulte herido y gravemente golpeados. “Para eso recurrimos a
una armadura que se hace con todas las condiciones que se requerían en esa
época”, explica el joven de 23 años.



El recreacionismo medieval nació hace algunas décadas en
Europa. Con el tiempo, esta actividad fue experimentando cambios y aditamentos,
hasta escindirse en dos corrientes que confluyen paralelamente: la
reconstrucción cultural y la práctica de combates. Argentina fue el primer país
latinoamericano que comenzó a participar del evento mundial conocido como la “Batalla de las Naciones”.



Equiparse



Equiparse como en el medioevo no es una tarea sencilla ni
económica. Según estimaciones, una armadura promedio como la que se utilizaba
en el siglo XIV, cuesta alrededor de $8000 “sin ningún tipo de aditamentos ni
adornos”. A esto se deben sumar escudos, espadas y hachas, que deben adaptarse
a los modelos antiguos y a su vez, responder a condiciones de seguridad. De este
modo, ningún arma puede tener filo, punta o exceder el peso requerido con la
federación mundial que los agrupa.



García comenta que para poder practicar este deporte es
necesario contar con una preparación física acorde. Para eso entrenan dos veces
por semana en un gimnasio céntrico donde refuerzan técnicas de combate, como
las que se ejecutan en la Batalla de las Naciones, en las que se baten de modo
individual y grupal, también conocidos como “batallas”.



En los primeros, los combates se asemejan a la esgrima
moderna. Las batallas se realizan en grupos de 5 o 21 personas y son menos
cuidadosas que las individuales, aunque no por eso menos estratégicas.
Enfrentados en dos bandos, los participantes recurren tanto al uso de armas,
como al empleo de golpes de puño, cabezazos, tackleos, y el resultado se define
por el bando que termine en pie.



Más allá de la violencia de este tipo de competiciones, los
jóvenes se sienten atraídos por la posibilidad de tener prácticas “más reales”
ante los videojuegos de roles que practican en consolas o computadoras. “Había
jugado a Calabozos y Dragones y por eso quise participar, sin embargo cuando
empecé a entrenar me dijeron: prepárate para correr y sufrir, y eso me hizo
resistente al dolor y el cansancio”, relató Sebastián Anzoise, estudiante de
Diseño y otro guardián del oeste.