Nuestra democracia: se come, se cura, se educa y se cumplen 28 años
Asumieron todos, desde la Presidenta, pasando por la mayoría de los gobernadores (el viernes Paco Pérez se convirtió en el octavo gobernador desde el regreso de la democracia), hasta llegar al intendente que repetía su repetido mandato. “¿Viste lo que dijo Paco Pérez? ¿Visto lo que dijo Cristina? Ni loco, estoy de fin de semana. Mirá si me voy a sentar frente al tele para escuchar hablar y hablar”. Esto es vivir en democracia.
“Es reconocer una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos predeterminados”. Es nuestra democracia, con 28 años recién cumplidos. ¡Pero 28 años no es nada! O es todo. A pesar de las casi tres décadas, tiene ese olor adolescente que hace pensar que es poco tiempo. Ese mismo olor adolescente que la transforma en incomprendida (“mirá si me voy a perder tres horas escuchando tanto discurso”). Esto es democracia. Con acuerdos, desacuerdos, positivos y no positivos, que merecen ser festejados, celebrados, conmemorados. 28 velitas que deberíamos soplar con mucha fuerza, colectiva y compartida. Igual, cada uno elige la forma que quiere, porque estamos en democracia.
“Es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo”. La definición estricta nos hace pensar: ¿Será que hoy la gente es lo suficientemente adulta como para gobernarse a sí misma? El tema es que para muchos, “sí mismo” incluye a otros, entonces las personas necesitamos algunas reglas que determinen donde “terminamos” nosotros, para que empiecen “los demás”. La definición de los mecanismos predeterminados que mencionábamos al principio. Con ciudadanos más preocupados por sus obligaciones frente a la comunidad (como la participación, el pago de impuestos, los controles), para ser dueños de sus destinos. Esa es la idea (o el ideal) de la democracia.
En estos años pasó de todo. Y podemos recordar algunos de esos momentos con alegría, con tristeza, con nostalgia, con cinismo. Lo importante es que podemos. Y ese quizás sea el mayor mérito de nuestra democracia. Muchas veces, muchísimas en estos 28 años, se ha dicho que la democracia argentina tiene “bases muy frágiles”. El sábado la Presidenta dijo algo así como “crecer y distribuir el conocimiento, la palabra y la democracia, que de eso se trata después de todo”. Distribuir la democracia equivale al “se come, se cura y se educa” del primer año con Alfonsín. Y como en esa oportunidad, todos esperamos que se cumpla. Pero es tarea de todos. La teoría del granito de arena. Ese es el objetivo de nuestra democracia.
“Es reconocer una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos predeterminados”. Es nuestra democracia, con 28 años recién cumplidos. ¡Pero 28 años no es nada! O es todo. A pesar de las casi tres décadas, tiene ese olor adolescente que hace pensar que es poco tiempo. Ese mismo olor adolescente que la transforma en incomprendida (“mirá si me voy a perder tres horas escuchando tanto discurso”). Esto es democracia. Con acuerdos, desacuerdos, positivos y no positivos, que merecen ser festejados, celebrados, conmemorados. 28 velitas que deberíamos soplar con mucha fuerza, colectiva y compartida. Igual, cada uno elige la forma que quiere, porque estamos en democracia.
“Es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo”. La definición estricta nos hace pensar: ¿Será que hoy la gente es lo suficientemente adulta como para gobernarse a sí misma? El tema es que para muchos, “sí mismo” incluye a otros, entonces las personas necesitamos algunas reglas que determinen donde “terminamos” nosotros, para que empiecen “los demás”. La definición de los mecanismos predeterminados que mencionábamos al principio. Con ciudadanos más preocupados por sus obligaciones frente a la comunidad (como la participación, el pago de impuestos, los controles), para ser dueños de sus destinos. Esa es la idea (o el ideal) de la democracia.
En estos años pasó de todo. Y podemos recordar algunos de esos momentos con alegría, con tristeza, con nostalgia, con cinismo. Lo importante es que podemos. Y ese quizás sea el mayor mérito de nuestra democracia. Muchas veces, muchísimas en estos 28 años, se ha dicho que la democracia argentina tiene “bases muy frágiles”. El sábado la Presidenta dijo algo así como “crecer y distribuir el conocimiento, la palabra y la democracia, que de eso se trata después de todo”. Distribuir la democracia equivale al “se come, se cura y se educa” del primer año con Alfonsín. Y como en esa oportunidad, todos esperamos que se cumpla. Pero es tarea de todos. La teoría del granito de arena. Ese es el objetivo de nuestra democracia.
