Guillermo Francella vuelve al cine con “Los que aman, odian”

El actor comparte cartel con Luisana Lopilato. La película, dirigida por Alejandro Maci, es la versión cinematográfica del relato corto de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.


Guillermo Francella vuelve al cine, compartiendo cartel principal con Luisana Lopilato, a más de una década de haberlo hecho en la pantalla chica, esta vez en “Los que aman, odian”, versión cinematográfica del relato corto de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo publicado en 1946, que dirigió Alejandro Maci.


La nouvelle, considerada como una pionera de la literatura policial argentina, nació bajo la influencia que Casares y Ocampo tuvieron de la obra de los escritores británicos Sir Arthur Conan Doyle o Agatha Christie, con un lugar a puertas cerradas en el que la excusa argumental es resolver una muerte misteriosa.


Para el personaje del introvertido Dr. Huberman, Maci eligió a Guillermo Francella, una de las grandes figuras del teatro, el cine y la televisión argentina, que vuelve a demostrar su histrionismo.


“La novela no es lo mismo que la película, y desde la fase interpretativa, Maci trabajó con mucho ahínco con cada uno. Precisamente me permitió trabajar una cuerda nueva, porque de eso se trata ser actor: de asumir nuevos riesgos”, dijo Francella en diálogo con Télam.


A finales de la década del 40, y en una casona solitaria que se levanta en un médano de Ostende, en la costa atlántica, llegan para tomar unos días de descanso viejos conocidos, que se reencuentran fortuitamente y tendrán que compartir pasado y presente, verdades y mentiras.


Entre ellos se recortan particularmente dos, un solitario médico homeópata, el Dr. Huberman, y una joven y bonita mujer, ahora traductora de inglés, que fue su paciente y con la que en aquellos tiempos tuvo una relación a puertas cerradas que parecía quedada en el recuerdo.


El grupo, una decena de hombres y mujeres, expone sus personalidades a medias, que al mejor estilo de los clásicos relatos de suspenso, desemboca en una muerte casi anunciada, pero también en un enigma a resolver, donde todos revelan su costado más miserable.


El desafío de versionar una vez más a Bioy Casares, en este caso la única novela de su bibliografía y escrita a cuatro manos con su esposa, la también escritora Silvina Ocampo, es de Alejandro Maci.