El Mundial es nuestra infancia

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¿Qué es lo que tiene un Mundial que nos atrapa por completo?

¿Qué es lo que tiene un Mundial que nos atrapa por completo? ¿Cuál es el secreto? Hace meses -¿años?- tenemos marcado con rojo la fecha: 14 de junio del 2018, el día que empieza la fiesta, el momento que estamos esperando desde que Alemania fue campeón en Brasil.

Hoy estaremos enfrente del televisor para ver el partido inaugural entre Rusia y Arabia Saudita -sí, pésimo partido para arrancar-; sin embargo seguramente miraremos con atención cómo el lateral derecho ruso, un jugador que nunca más volveremos a ver en nuestras vidas, pasa al ataque y retrocede para defender. Analizaremos también cómo se mueve el mediocampo de los árabes. El viernes no nos vamos a perder por nada del mundo el partido que jueguen Marruecos e Irán. Es a las 12 del mediodía, de nada. El sábado madrugaremos a las siete de la mañana para ver el debut de Francia ante Australia y así, en las primeras dos semanas del Mundial trataremos de acomodar nuestra vida -nuestros compromisos, obligaciones, trabajos- a los horarios del fixture. Ni hablar cuando juegue Argentina, y veamos a Messi entrando a la cancha, cuando jueguen los posibles rivales, o los candidatos. Nadie nos podrá sacar del sillón.

Y uno se pregunta en el entretiempo de algún partido -nunca durante- qué es lo que tienen los Mundiales. No hay una respuesta única, pero creo que una de las posibles tiene que ver con la infancia.

El Mundial es una palabra que está ligada íntimamente a la infancia. Es una caja de recuerdos que nos llevan a alguna mañana de invierno esperando por un partido en la casa de nuestros abuelos. Al sonido de una radio que nos cuenta cómo formará Argentina de Bilardo. A Maradona gritándole un gol a la cámara. A Batistuta llorando una eliminación. A esa tarde en la que tu viejo te llevó al centro a festejar un triunfo. A esa camiseta que te regalaron y que no te sacaste ni para dormir. A ese álbum de figuritas que cuidabas como el tesoro más valioso de tu vida.

Muchas de las emociones más grandes de nuestra niñez tienen relación directa con tipos vestidos de celeste y blanco que juegan para nuestro país.

El primer partido de Argentina que vi en mi vida fue junto a mi abuelo. Y él me explicó quién era Maradona. Otra tarde, mi otro abuelo, me dijo por qué Italia había ganado dos mundiales en la década del treinta. Y gracias al fútbol y gracias a los mundiales aprendí de historia, de geografía, de política. Porque el fútbol, entre tantas cosas, siempre nos sirve para aprender.

En el campito que hoy es el Parque Central fui Caniggia, Goycochea y Redondo. Con mis amigos de la infancia, gracias a los mundiales, aprendimos sin darnos cuenta lo que vale nuestro país, a quererlo, a saber lo que significa ser un equipo. Nos dimos cuenta de que en el fútbol encontrábamos eso tan abstracto que en los manuales de la escuela llamaban patria.

Crecimos con los mundiales. Podemos recordar la vida a partir de los mundiales. Perdimos tiempo y novias tratando de explicar por qué somos personas irracionales cada cuatro años. Ganamos momentos inolvidables y masticamos enormes desilusiones. Nos abrazamos, lloramos y festejamos.

Y entendimos que está bien que los mundiales sean ese espacio sagrado donde volvemos a ser niños, sin importarnos el qué dirán. Vivimos tratando de pensar el mundo que nos rodea, de buscarle explicaciones a todo. Nos enojamos, sufrimos, nos hacemos los serios y, en ciertas ocasiones, hasta nos creemos solemnes. Por eso amamos tanto los mundiales. Porque allí, un mes cada cuatro años, el mundo deja de girar y, como en un viaje alucinante, volamos al pasado y volvemos a ser niños, volvemos a reír y a gritar y sufrir y llorar y emocionarnos y sorprendernos. Porque un Mundial es un vuelo, es la recuperación de la infancia, es volver a transitar durante noventa minutos algunos de los momentos más bellos de nuestras vidas. Es volver a sentir que a tu lado está tu abuelo, que la pelota la tiene Maradona y que la felicidad existe.

Por eso, por favor, hagamos silencio que hoy arranca Rusia-Arabia Saudita y el sábado se viene Argentina.

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