Investigadores mendocinos descubren propiedades antitumorales en la flora nativa
Investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo lograron fuertes avances en la lucha contra el cáncer al descubrir propiedades antitumores en plantas autóctonas de Mendoza. Los ensayos de laboratorio han dados resultados positivos y lograron en base a preparados de 5 especies, que los tumores dejaran de crecer y se eliminaran. En el caso especial del retortuño, una planta abundante en Mendoza, se lograron los mejores resultados según la información enviada por la Universidad.
Aunque la investigación está en una de sus fases iniciales, los resultados logrados son alentadores. Según explicaron desde la UNCuyo, en Mendoza existen más de 500 especies que, según
los usos medicinales tradicionales, tienen efectos benéficos para el cuidado y
la preservación de la salud. Entre ellas, hay cinco que pueden se utilizadas en
tratamientos de tumores, según una investigación que se desarrolla en la
Universidad Nacional de Cuyo.
La investigación se llama “Análisis y comparación del efecto citotóxico
inducido por extractos de vegetales autóctonos mendocinos sobre células
tumorales humanas”. El equipo de
profesionales está dirigido por el doctor Carlos Gamarra Luques, de la facultad de
Ciencias Médicas y
financiada por la secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la UNCuyo.
A partir de la realidad de que el cáncer representa
la segunda causa de muerte en el mundo y que su incidencia anual alcanza a más
de 12 millones de personas, surge la necesidad urgente de la búsqueda de nuevas
opciones terapéuticas que mejoren situación.
Entre las múltiples especies para las cuales la
medicina folklórica describe distintos usos en el cuidado y preservación de la
salud, se cuentan Tessaria absinthioides (pájaro bobo), Geoffroea decorticans
(chañar), Prosopis strombulifera (retortuño), Schinus molle (aguaribay) y
Larrea divaricata (jarilla). Son vegetales autóctonos para las cuales se hallan
científicamente documentadas sus propiedades antiinflamatorias, antifebriles,
antibióticas, insecticidas y antioncológicas. En éste último caso, la
información es escasa e insuficiente.
Por eso, la investigación apunta a profundizar, describir y comparar las acciones antiproliferativas sobre líneas celulares de
cáncer humano, de los compuestos químicos contenidos en los extractos acuosos
de las especies enumeradas.
“Esto puede ser muy significativo, ya que si se
lograra evitar que las células cancerosas proliferaran sería algún tipo de
blanco terapéutico, algún tipo de terapia positiva para esta enfermedad”
explica Gamarra.
El proyecto comenzó en el año 2011 con cinco
plantas: aguaribay, jarilla, pájaro bobo, chañar y el retortuño (o Prosopis que
es su nombre científico). Concretamente,
las hojas de estas especies se hierven y de ahí se obtiene el extracto. Estos
se agregan a los medios de cultivo usados para hacer crecer células tumorales
“in vitro” en distintas concentraciones.
“A estas plantas las obtenemos siempre en el mismo
lugar geográfico. Porque la planta, dependiendo del agua o si se expusiera a
insecticidas, podría tener distinta composición de químicos. Nosotros la
sacamos de un campo virgen, en Lavalle, donde termina el río Mendoza y vamos en
diciembre, cuando la planta está en flor, a cosecharla. Es importante tener en
cuenta la época de la planta, y el momento de la floración es el momento de la
cosecha. Una vez cosechadas tenemos cuarenta y ocho horas, para separar todas
las hojas, de los tallos, de los frutos, de las flores y de las raíces”,
explica el docente investigador.
Específicamente, el extracto actúa sobre la célula y
por distintos mecanismos hace que, primero no se divida más y, al no poderse
dividir -que es una función vital para la célula- la célula tiene mecanismos
que determinan su propia muerte.
Como resultado de los ensayos realizados, los
investigadores hicieron un hallazgo interesante, según explica el director del
equipo:
“Esto lo hicimos en estos cinco compuestos, pero
fueron bastante importantes los descubrimientos que se obtuvieron sobre el
retortuño, porque no había sido descrito nunca y ha resultado en mínimas dosis.
No había ninguna propiedad antiproliferativa descripta para Prosopis y nosotros
encontramos que a muy bajas concentraciones se inhibe el crecimiento de las
células tumorales y si les damos un poquito más, se empiezan a morir”.
“Estamos muy contentos con esto, pero obviamente, es
una investigación que recién empieza”,
concluye Gamarra Luques.
Fuente: prensa Universidad Nacional de Cuyo.