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Durante el primer trimestre de 2025, el mercado laboral argentino presentó indicadores que reflejan una situación de fragilidad persistente.
La tasa de actividad (que mide el porcentaje de población económicamente activa (PEA) sobre el total) se ubicó en 48,2%, mientras que la tasa de empleo alcanzó el 44,4%. Por su parte, la tasa de desocupación, que contempla a quienes no tienen trabajo y están en la búsqueda activa, se situó en 7,9%.
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En cuanto a la subocupación, el 10% de la PEA se encuentra trabajando menos horas de las deseadas, mientras que los ocupados que demandan empleo y aquellos disponibles para trabajar, aunque no lo buscan activamente, suman en conjunto un 11,8%.
Así, la presión sobre el mercado laboral (que incluye a desocupados, subocupados, ocupados demandantes y ocupados no demandantes disponibles) alcanzó el 29,7% de la PEA.
Al desagregar los datos por sexo y edad (a partir de los 14 años), se observa que la tasa de actividad fue del 70,2% entre los varones, y del 51,6% en las mujeres, marcando una brecha persistente.
A nivel geográfico, las mayores tasas de actividad se registraron en el Gran Buenos Aires (49,4%), la región Pampeana (48,3%) y Cuyo (47,8%). En contraste, el Noreste argentino presentó la menor participación con un 42,7%.
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La informalidad laboral continúa siendo un problema estructural. Según los datos oficiales, la tasa de informalidad alcanza al 42,0% de los ocupados. Del total de trabajadores, el 72,7% tiene condición de asalariado; sin embargo, el 36,3% de ellos no recibe descuento jubilatorio, lo que los coloca en situación de informalidad. De ese grupo, el 17,1% realiza aportes por cuenta propia.
Respecto al tipo de inserción laboral, el 23,5% de los ocupados trabaja por cuenta propia, el 3,4% se identifica como patrón, y el 0,4% lo hace como trabajador familiar sin remuneración.
Entre los asalariados, el 4,4% emplea sus propias herramientas o maquinarias para trabajar, y el 7,8% del total de ocupados desarrolla su actividad desde su hogar.
En relación al nivel educativo de la población ocupada, el 60,0% posee hasta secundario completo, mientras que el 40,1% tiene estudios superiores o universitarios, ya sean completos o incompletos. Estos datos reflejan una fuerza laboral con una importante porción de calificación técnica o profesional, pero todavía con altos niveles de precariedad estructural.